sábado, 31 de marzo de 2012

Princesa de un cuento infinito

Tirarme en el suelo y revolcarme en los sentimientos que me provoca un día gris. E imaginármela, tan sola, tan llena de sí misma y vacía de cualquier otra. Sentir que me quema el deseo de explotar la burbuja y tocarla, y rozarla, sentir como poco a poco mi voz le susurra que mi misión en el mundo es verla sonreír. Y beberme la lágrima que caerá, beberme cada milímetro de dolor, cada pizca de sal para convertirla en azúcar. Que me vuelva a llamar princesa, que me recorra con su mirada y me dibuje con el perfil de sus ojos. Poder curarle esa enfermedad que le está matando, ese vacío que provocó la huída de ese al que tanto amaba. Abrazarla, sentirla. Desnudarla. Verla como una obra de arte, o contemplarla como contemplo la luna cada noche imaginando su cara. Y su sonrisa, y escuchar su risa en cada ola. Escuchar su voz en cada viento, en cada palmada.
Confía en mí pequeña, porque voy a darte todo lo que no tengo. Porque voy a cuidarte, y a mimarte. Voy a hacerte cosquillas cuando te duermas para que no sólo estés feliz despierta. Voy a entrar en tus sueños, a crear películas en cada uno de ellos para que no sepas si al despertar sigues soñando. Curar cada lágrima, cada grito.
Te amaré como sólo yo sabré hacer, y como sólo tú me dejarás creer que hago.

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