lunes, 11 de junio de 2012

Repítemelo mil veces, te lo gritaré dosmil más

Ayer soñé contigo, y hoy no dejo de esperar el soñar contigo. Soñé que me abrazabas, que dormías acurrucada en mis sábanas, como esos días de frío en los que tus brazos me agarraban fuerte sin dejar que las gotas de lluvia nos rozasen. Soñé con tus ojos, con la última vez que me dijiste que me querías. Incluso soñé volver a sentir ese instinto de protección, ese poder que nos da el estar las dos juntas, el amarnos y fundirnos en ese brillo del que tanto hablábamos, y que tanto nos caracterizaba. Al despertarme en tus brazos (aún en mi sueño, por supuesto) soñé que abríamos de nuevo nuestro paraguas, que volvías a cogerme de la mano y aquel niño se caía, impactado al ver(te)nos. Soñé que te besaba como tú me pediste que lo hiciese, que volvías a rozarme, a tocarme y sentirme. Supongo que soñé con nuestro elixir de juventud. Los sueños son sólo eso, sueños, aunque digan que no hay lugar para ellos, es mentira. Nosotras, las soñadoras, lograremos deshacernos en miradas y besos, mientras ellos continuarán con su palabrerío, su objetividad y poca originalidad.
Hoy soñaré… que te sigo amando como digo, que te sigo esperando… Que te seguiré esperando siempre, porque eres la persona de mi vida.

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