lunes, 24 de enero de 2011

Escondí frases que un filósofo dijo, sólo porque me recordaban a ti, porque sentía que si me las guardaba, tendríamos un secreto en común. Una canción, una letra que desgarrara por completo mi felicidad, hasta dejarme desnuda, desnuda frente a una melodía que caducó hace mucho.  Y busqué sentido a los segundos mientras tú estuvieses sonriendo en ellos, busqué sentido a cada paso, para sentirme más cerca de ti. Cambié hasta el color de mi sangre, el destino de mi mirada. Indagué en la oscuridad, buscando entre noches, historias capaces de cambiar una lágrima salada en dulce. Porque todo se volvió salado, todo quemaba. Y mentí hasta jurarme a mí misma no hacerlo más, juré no quererte, y seguí mintiendo con tal de tenerte cerca. Recorrí mil veces mi destino, mientras corría por el camino de la incertidumbre. Mi bipolaridad se dio cuenta de que algo no marchaba bien, que, de repente, mis dos caras eran guales: estaban igual de hundidas, igual de frías. Me atravesabas como si no me conocieses, y te conocí mil veces mientras estudiaba lo que sólo tú eras capaz de enseñarme, idealizándote, sintiéndote, abrazando al aire en un suspiro. Y acabé finalizando un párrafo sin sentido y sin amor, cerrando una época que nunca pude conocer ni vivir de otra manera. (No me arrepiento de nada.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario