miércoles, 22 de febrero de 2012

Entre tanta oscuridad (brillo.)

La fragilidad de una mirada que pese a no ser de cristal, brilla como si de fuego se tratase. Esa compenetración que tanto me dio, que tantas veces envolvió mi vida en un solo latido. Ser capaz de retroceder al recuerdo de tantas sonrisas, al recuerdo de lo inevitable. Pero un día pasó, y estábamos las dos ahí. Y me quisiste, y me adoraste. Y me susurraste las dos palabras que mi boca no se atrevía a decir, pero que tanto gritaban mi corazón. Me volví romántica, me convertí en una persona fácil de etiquetar. Me di cuenta de qué era lo que realmente quería en mi vida, qué sería capaz de llenar mi vacío. Todo giraba a mi alrededor: pero yo estaba congelada. Tenía frío, tenía miedo. Pero juré quedarme encerrada en esa mirada para siempre. Fui capaz de amar tanto que dolía, y la delicadeza se apoderó de mi mano para dejar de tocar tu piel y comenzar a rozarla, mi cuerpo trataba de convertirte en porcelana mientras mi cabeza quería hacerte invisible, inexistente.
Y volverte a ver, y volverte a mirar. Porque nuestras miradas bastan, y nuestros gestos condenan. Aprendí tanto de mis errores que juré nunca arrepentirme de ellos. Y aquí estoy, en el mismo lugar de siempre, con paredes que gritan y sueños que muerden.
 Mis ojos siguen deseando ser capaces de brillar y sonreir de nuevo.

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