Cualquier descripción, palabra, conversación o imagen sobre ellos quedaría corta. Niños sin nada, sin familia, con deformes físicos increíbles... y siempre una sonrisa en la cara.
Me han enseñado a apreciar, a vivir, a luchar y sentir que puedo con todo. Me han demostrado que si la vida no es suficientemente justa para mí, el poder ir a visitarles me sacará de cualquier duda ante cómo debo aprovechar o no aprovechar lo afortunada que soy. Les he dejado mi corazón para que lo abracen por las noches y no se sientan solos, mi promesa de que volveré para regalarles todos esos momentos que ya hemos vivido este año. Tantos abrazos, tantas risas. Tanto.
Qué injusta es la vida. Yo sólo espero que sus padres, esos que un día abandonaron a esos ángeles, estén recibiendo su merecido.
Os amo niños, cuidad de mi corazón porque seréis mi razón por la que luchar en la vida.
Mis dos ángeles, Cristi y Ionela... volveré. Ya soys parte de mí.
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