martes, 8 de febrero de 2011

(XVII)

''Y respirar lo malo de nosotros, que lo peor lo guardo para mí. Es personal, una puerta inaccesible, es personal, personal e intransferible. ''

Sólo el destino es capaz de decidir. Y teniendo en cuenta que soy una persona que nunca creí perseguir un camino ya adjudicado, voy a intentar creer en él, haciéndole ver que realmente no me merezco que esto acabe ya. Estoy encantada de ser lo contrario de lo que soñé, encantada de luchar por algo que nunca creí que merecía la pena (supongo que las pequeñas cosas son las que más la merecen.) Nunca viene mal un collar de diamantes, o el furor que causará una noche loca con un mito sexual a espaldas de un marido. Pero son estas pequeñas sonrisas, miradas de complicidad, lo que me hace sentir cómplice de mi felicidad. Cómplice asesina de un locus amoenus, de ese carpe diem que todos sienten apropiado poner como ley de vida. No necesito palabras en latín ni filosofías intratables para conseguir lo que quiero. Simplemente crear un camino, donde predomine la risa, donde caiga tantas veces que la última vez que sonría sea por haber sido lo suficientemente fuerte como para sentirme viva. La última vez que muera, ser capaz de no irme nunca.

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